![]() |
Ahora dicen que los segundos van más rápido, que a las 24h exactas que tenían un día le han robado varios minutos, y dicen que eso fue producto del acelere con el que está girando últimamente la tierra y que por eso ya el tiempo no rinde, y los días no alcanzan y los años están pasando con más velocidad. Bueno, como que es por eso que sentimos que se nos está pasando la vida volando, porque el tiempo, cura perfecta para la impaciencia, anda impaciente en este siglo. Para la muestra un botón, yo, metida en el cuento de aprovechar el tiempo ya se me ha pasado un año y con él se me ha ido un poco de mi vida.
Hay un gran cantidad de cosas que se han vuelto ajenas a mí con el tiempo; cosas que se han ido desvaneciendo. Hay lugares que frecuentaba a diario y que quizás, al volver, no pueda reconocer muy bien. Hay palabras, rutinas, reacciones, rituales que se han ido difuminando con los meses. Habían sentimientos arraigados que se han ido marchando, algunos sin querer y otros yo queriendo. Y así, con ese mismo decantar, se han ido esfumando sabores, olores, gustos, sensaciones, amores y hasta odios. Y ya muchas veces no logro revivir esa rica sensación de aquellos besos que parecían sinceros o de la ternura que se asumía implícita en esos abrazos desapasionados...ya es difícil acordarse del sonido de las risas que llenaban mis tardes o de lo que me decían esas miradas. Tengo vagos recuerdos de lo que alguna vez vivía tan cercano. Implacables consecuencias del tiempo. Irremediables. Ineludibles. Inevitables.
Viví momentos que ya se han llevadon sin resistencia, y viví otros que, aunque todavía no los llamaba el tiempo al exilio de la mente, yo misma los fui empujando al olvido eterno. En últimas, este año se me ha pasado entre caminar por las lindas calles de París descifrando lo que quiero ser, escogiendo lo que no quiero volver a ver en mí, decidiendo lo que quiero incorporar a mi vida, descubriendo lo que me hacía falta, eliminando lo que no me servía para nada y conservando lo que me hará siempre feliz, y viviendo. Porque así como el tiempo me ha quitado, me ha entregado. Tiempo. He tenido tiempo para soñar, para no pensar, para detenerme, sentir miedo, estallar y perdonar. Dios me ha dado tiempo para invocarlo, para rezarle, para darle las gracias, pedirle, exorcizarme y volver a comenzar. Me ha sobrado el tiempo para cantar, bailar, caminar, viajar, cocinar, jugar y transformarme. Y también tiempo para anclar, encallar, desanudar, zarpar y aventurarme.
Y hoy soy más como decidí que quiero ser, hoy el tiempo me ha hecho lejana y cercana a la vez, hoy el tiempo me ha hecho una mezcla de lo gastado con lo nuevo, hoy el tiempo me ha hecho más libre y menos impaciente. Y lo demás? Lejano.Tan lejano que poco logro reconocerlo, y a veces de verdad quisiera. Pero es tan lejano que me cuesta creer que alguna vez hacía parte de mis días. Lejano como lo que se nunca se ha conocido. O simplemente, lejano.
Y un día cualquiera llegan esos anhelos de recordar, pero después que el olvidar fue tan fácil, el recordar se vuelve difícil. Nada raro, nada exagerado. Son pequeños gestos, breves momentos, sensaciones casi imperceptibles. Eso es lo que extraño. Como el olor que brota de la tierra cuando se anuncia la lluvia en medio de una típica tarde de 30Cº, la mirada pícara y bondadosa de mi hermano al sonreír, los abrazos interminables y exageradamente amorosos de mi hermanita, la manera en que mi papá siempre me agarra la mano cada vez que caminamos juntos, los chistes íntimos que terminan en carcajadas a mandíbula batiente en una tarde cualquiera charlando con mi mamá. Las frutas picadas en inmensos bowls que encuentras siempre que se abre la nevera en la casa de mis padres. La brisa fresca de las 6 de la tarde que baja de la Sierra Nevada y llega hasta la terraza solo para balancear sutilmente los mecedores vacíos. El pasar las horas escuchando las historias sesenteras y los pesares triviales de mi abuela. Una arepa de queso hirviendo con una coca-cola deliciosamente helada. Una velada entre amigas y Cosmopolitans en el sitio más trendy de la capital. Tarde de vallenatos cantados por barranquilleros y cachacos al compás de cervezas y rones.
Pero bueno, entre añoranzas y olvidos, puede ser que lo que más extrañe sea lo que no puedo recordar, porque no alcancé a conocer: los besitos que hace poco aprendió a dar mi primita y que a mí me ha tocado simplemente imaginarmelos...ajá, el tiempo ha hecho su tarea y me ha quitado cosas, pero parece que Dios me ha enviado mis compensaciones; nuevas percepciones, nuevas determinaciones, nuevas personas, nuevos amigos, y aunque mantengo el mismo Dios ahora vivo con un corazón renovado [el mismo que para soportar la distancia y las separaciones aprendió a imitar a los corazones de hielo. Implacables consecuencias del tiempo. Irremediables. Ineludibles. Inevitables.]
S. Díaz
No hay comentarios.:
Publicar un comentario